Achirana

De manera natural la cocina ha ocupado, en todo momento, un lugar central y ritual que nos ha permitido conectar con la abundancia de nuestra tierra y nuestra memoria ancestral, compartiendo cotidianamente nuestras historias. Así surge ACHIRANA, la propuesta de repensar y ofrecer nuestras formas de nutrirnos y criarnos.
Preparamos la comida en base a nuestros alimentos ancestrales como la quinua, el amaranto, diversidad de tubérculos, maíz, tarwi. Del mismo modo las bebidas que ofrecemos son de productos de origen ancestral como la chicha artesanal, refresco de frutas y granos naturales, licores de lakayote, ayrampu, de coca, etc.
Cultivar y seleccionar los alimentos tradicionales no industrializados y orgánicos, no transgénicos, reciclando los desperdicios, para nutrirnos y nutrir a nuestra comunidad, es tomar el control de nuestra vida; es también un acto político.
Achirana es una palabra quechua que significa regalo-ofrenda. La hemos escogido por identificarnos con el alimento como una ofrenda a la Pachamama y un regalo de ella. Sembrar, cosechar, elegir y cocinar nuestros alimentos nos permite reconectar con la esencia de nuestras raíces y es lo que queremos compartir junto con nuestras historias, vivencias, descubrimientos y realizaciones que han nacido dentro de nuestra cocina.

El proyecto de Achirana desde un comienzo se ha estado intengrando en diferentes áreas, sobre todo en el objetivo de afirmación de saberes locales en torno a los alimentos y la agricultura.
Se realizaron talleres, con diversidad de personas, en los cuales participaron algunas organizaciones locales y los talleres se desarrollaron sobre la temática y practica de: la “Cocina Andina”, “Nuestra relación con los alimentos y el Vivir Bien dentro de los contextos Urbanos”, “La afirmación de la agricultura Andina”,con las mujeres de el Sindicato de trabajadoras Asalariadas del Hogar, mujeres del barrio minero Kami, mujeres campesinas de Apote.
Hemos participado en mayo en el Encuentro Internacional del Vivir Bien en la ciudad de El Alto, organizado por Fundación Rosa Luxemburgo. Allí hemos cocinado para 150 personas por una semana. Fue un tiempo de convivencia, intercambio y aprendizaje, donde hemos compartido nuestra creación a través de los platos diversos, saludables, con ingredientes locales, participando simultáneamente en las mesas de debate y reflexión con los-las compañeros de otros países.
Regularmente hemos estado participando de ferias de comidas, ecológicas, ferias de arte y artesanías y ferias costumbristas. Llevando nuestras comidas, bebidas, y productos elaborados artesanalmente.
Este año ha sido un tiempo de iniciativas, de propuestas para conocernos, aprender, experimentar, crear y descubrir nuevas posibilidades para continuar y fortalecer este proyecto. Nos hemos estado reuniendo constantemente intercambiando nuevas ideas, tomando decisiones, resolviendo lo urgente y proyectándonos en el futuro cercano.
Uno de nuestros desafíos ha sido nuestra inexperiencia en valorar realistamente nuestro trabajo y lograr un equilibrio entre la calidad, el esfuerzo que se entrega y las necesidades colectivas a cubrir.
Nos hemos dado cuenta que es necesario enfocarnos ampliamente en la difusión mas de este proyecto. Pensamos dedicar este año algunos ciclos de programa de radio asi como difundir las ideas y propuestas a otros niveles de difusión. También sentimos la necesidad de reunir todos los conocimientos y creaciones en un libro integral propio.
Hemos aprendido mucho en cada experiencia, nos enriquecido en nuestras relaciones y en nuestras familias. Lo mas interesante ha sido mantener esa comunicación y reflexión constante, no solo sobre la comida, sino sobre todos los temas que nos incumbe a nosotras las mujeres, resolviendo nuestros conflictos y apoyándonos solidariamente, durante todas las actividades y convivencias que hemos estado realizando.
También hemos estado aprendiendo mucho de las señoras, abuelas que tienen mucha experiencia en elaboración de comidas y bebidas, asi mismo en la agricultura, de ellas y de los abuelos sobre los secretos de cuidado de los cultivos y hierbas medicinales.
Hemos recibido una colaboración de Pollination Project, para utensilios y para las convocatorias y realización de los talleres.

La cocina somos nosotras

Con la intención de poder compartir sobre nuestra experiencia y posición con respecto al sitio que ocupa la cocina para nosotras, quisiera compartir un resumen de extractos sobre el libro “Genero Vernáculo”, escrito por Iván Illich a principios de los 80, el que nos puede ayudar a entender nuestra relación real con la cocina en nuestro contexto y tiempo histórico, luego de décadas de confusión y denigración por parte de una visión feminista occidental que ha logrado distanciar a muchas mujeres no solo de su relación con la tierra, el alimento y el arte de cocinar sino también de toda la sabiduría que esta ligada a esta.
“El “Genero Vernáculo” fue el resultado de una investigación histórica sobre la certeza moderna de que el hombre y la mujer son homos economicus, como ese ser absolutamente dependiente de la economía y el mercado. El aporte a esta idea fue identificar otra característica esencial del hombre moderno, su carácter ‘unisex’. Esta concepción unisex de una sociedad pretende “igualar” no sólo a los hombres, sino a hombres y mujeres, cuya única diferencia termina siendo anatómica. Una sociedad unisex, carente de género, apareció en la historia.
El género es algo distinto e implica mucho más que el sexo. Expresa una polaridad social fundamental y en cada sitio distinta”. “Fuera de las sociedades industriales, el trabajo unisex es una rara excepción, si acaso existe”.
Prácticamente todos los terrenos de las culturas vernáculas tienen género, es decir, no son de igualdad entre hombres y mujeres, la relación entre géneros en las sociedades vernáculas es entre dos dominios diferentes. Ello no implica lo que erróneamente podemos pensar como dominación o competencia entre ellos.”
Cuando Illich se refiere al trabajo ‘unisex’ estaba pensando en el trabajo asalariado. En la sociedad moderna, en la que se supone que tanto hombres como mujeres pueden competir por un trabajo, lo que importa es el salario. Illich descubre cómo la relación entre hombres y mujeres se establece en términos de competencia; aún más, el matrimonio y la familia se convierten en la células básicas de la economía. En las sociedades vernáculas, el género determina las actividades cotidianas, entre ellas, las de producción; con ello se garantizaba la subsistencia de la comunidad y de la familia. Si se quiere ver de otra manera, a partir del surgimiento del trabajo asalariado, los hombres dejan de ser capaces de producir su alimento y por ello dependen del salario; a su vez, la mujer dependerá de quien recibe el dinero. De esa manera, la relación hombre-mujer se va modificando ya no se aprecia como una complementariedad ambigua, sino de sometimiento y dependencia. A partir de entonces, la mujer ha buscado intensantemente luchar por un trabajo en el mercado laboral que le permita, o bien llevar dinero al hogar o garantizar su independencia. Sólo que, como ya es sabido, las condiciones no son iguales por lo que la competencia generada es en principio, desigual.

Estas ideas pudieron ser muy chocantes para algunas feministas, quienes se resistieron a la investigación histórica de Iván Illich sobre la sociedad moderna. Equivocadamente se pensó que Illich justificaba, con base en el género, que la mujer fuera ‘enclaustrada’ en su casa dedicándose a las ‘labores domésticas’. Es tan común como inexacto identificar a las actividades por género, con actividades domésticas: lavar, planchar, hacer la comida, etc. De hecho, también solemos caer en el error de pensar en una comunidad tradicional como aquella que ‘obliga’ a las mujeres a ‘dedicarse al hogar’, y a los hombres a salir de casa para trabajar. Illich nos ilustra en el Género Vernáculo que esta situación es propia de una sociedad moderna. Considerar las ‘actividades domésticas’ como actividades de género femenino significa estar inmersos en la lógica de la sociedad patriarcal.
Esta narración puede ilustrarnos que han existido en la historia las actividades con género y que éstas eran vernáculas, en tanto cada comunidad solía organizarse según lo propio del lugar. Por ejemplo, una mujer de una comunidad realiza diversidad de tareas que van mas allá de las meras domesticas, como pastear, carnear un animal, cocinar chicha, aporcar la chacra…y el hombre sale a cazar, carga los costales de la cosecha, construye casas…Pero en otra comunidad, el hombre teje y la mujer es la que sale a realizar intercambios comerciales.
“En su trabajo podemos encontrar cómo es que históricamente surge la figura de la mujer discriminada por partida doble: no sólo se denigró la labor doméstica, que fue asumida como tarea exclusivamente femenina e “inútil”, pues no aportaba ingresos a la familia; sino que una vez que se “aceptó” que la mujer también “podía” salir de la casa para incorporarse al mercado de trabajo, también la discriminación se hizo presente, puesto que es por todos conocido que las condiciones laborales están lejos de ser iguales para hombres y mujeres. Tal vez lo que no aceptaban las feministas de entonces era que la lucha por la ‘igualdad ‘, ponía en desventaja por partida doble a la mujer. En los últimos años, el discurso ha cambiado, ahora se ha aceptado que se debe hablar de equidad y no de igualdad; se ha aceptado hablar de complementariedad, sin embargo no se ha rechazado hablar de competencia...”
En este tiempo en el que ya se habla de una ‘Cuarta Ola del Feminismo’ (como surgimiento de un nuevo feminismo), es un buen momento para reflexionar sobre las confusiones a las que nos ha conducido el feminismo occidental moderno. La perdida de la comunidad y la relación directa con la agricultura y la naturaleza, nos ha llevado a un individualismo insoportable. La cocina se convirtió por mucho tiempo y para millones de mujeres en todo el mundo en algo esclavizante de lo que debíamos liberarnos. Al mismo tiempo que la comida rápida y los electrodomésticos se fueron convirtiendo en algo cada vez mas accesible y se impuso una lógica de eficiencia y de tiempo que en el lugar de liberar a la mujer la condena mas hacia la explotación y el consumo.
Recuperar la cocina, con todo su mundo al que esta ligado, es para nosotras un actitud política y espiritual. Significa traer a nuestro presente cotidiano nuestra comunidad, aquella comunidad de la que todos y todas venimos y la cual esta mas viva y reciente para unos y menos para otros pero viva en nuestra memoria instintiva. Es también regresar a la tierra y al dialogo con todos sus elementos y energías. Es poder regresar al interior de todos nuestros cuerpos y nutrirlos. Es reconocer que las semillas son nuestras hijas y madres, que los productos de la Pachamama nos hablan y nos piden que continuemos recordando la sabiduría de cómo criarlos.
El espacio de la cocina es para nosotras un lugar sagrado donde nos conectamos con nuestras necesidades, nuestros cuerpos y nuestras historias, como asi también con todoas aquellos con los que vamos a compartir el alimento. En la cocina nos dejamos inspirar por los hijo-as de la Pachamama que son sus productos. Cocinamos con nuestra propia inspiración o con la inspiración de las otras compañeras. Creamos nuevos platos, nuevas maneras de complementar y combinar permitiendo que dialoguen los alimentos locales con otros de otras regiones, seducidas por los colores, sabores, olores y formas de nuestros alimentos ancestrales como la quinua, el amaranto, la kañawa, el maíz, el tarwi, nuestras frutas y granos naturales.
Por esta forma de entender y vivir el arte de cocinar como alimento para el cuerpo y alma, hemos creado Achirana (regalo-ofrenda en quechua que la hemos escogido porque concebimos el alimento como una ofrenda a la Pachamama y un regalo de ella). Es un servicio que ofrecemos desde la Kasa Kamasa, para expandir y alcanzar otros espacios y personas de distintos contextos con nuestra pasión en la cocina ancestral.
Es además un servicio que nos da la posibilidad de autogestionarnos a partir de la agricultura sostenible hasta la producción de los alimentos y la reutilización de los desechos.